domingo, 27 de mayo de 2012

La amargura de la Risaterapia

Con las mejores ganas de reir y las intensiones sanas de pasar un buen momento, busqué en la web el horario de la tan promocionada obra "Risaterapia". La información equivocada de que empezaba a las 21:00 horas movilizó a mis papás velozmente para llegar al teatro faltando 10 para las nueve, momento y lugar en que me enteré que la información real era que habían funciones en dos horarios, a las 20:00 y a las 22:00, pero ya no quedaban entradas de menor costo, por lo que mis padres y yo decidimos que ir a cenar sería gastar nuestro dinero de una manera más útil.
Ante la insistencia de mi curiosidad, fui de nuevo el domingo a ver si terminaba con mejor suerte y podía entrar al Tatro Latino.
Pero resulta que la suerte subjetiva y relativa como todo, se rió en mi cara y me hizo aquellos de "mejor suerte"; porque peor fue la suerte de entrar.
Formé fila de una cuadra, durante aproximadamente 20 minutos, custodiada por niños que insistían en que compre chicle y que atormentaban mi cabeza con ideas sobre la inclusión social y etcéteras que uno se plantea todo el tiempo y que va al teatro, justamente, para apartarse un poco de esas ideas, intentando hacer una Risaterapia.
Pero entré finalmente exactamente a las 20:00, pero la obra no empezó sino hasta las 20:40, con un Gustavo Cabañas simpático, espontáneo, alegre como siempre, estrella como siempre.
Pero en los casi 40 minutos de introducción, la enfermera que personificaba me iba cayendo cada vez más y más gorda.
Lo que pasó realmente fue que me encontré con una obra absolutamente sin dirección, sin sentido y sin talento; con un guión paupérrimo por demás. A veces se podía reír un poco con el inigualable Carlitos Vera, impecable como siempre, pero las improvisaciones de Gustavo Cabañas se volvieron gastadas y repetitivas, muchas sin sentido alguno y cansaban y aburrían. Miraba mi reloj cada 20 minutos, esperanzada de que en algún momento la obra pudiera tomar un rumbo diferente y me hiciera reír y no querer ir al baño sintiendo que de nada bueno me perdería.
La Lilian Ruíz dijo un par de líneas insípidas y después hizo lo que sabe hacer y se le pagó para que hiciera: se desnudó y dejó que la toquetearan, notándose el nulo esfuerzo de los directores de hacer que esto encajara en el guión y/o en la "trama"(por encontrarle alguna palabra) a la obra, mientras que a la  Pabla Thomen (reemplazando a la Rossana Barrios) con una actuación discretísima, le dieron un personaje totalmente desubicado, alugar para una modelo que poco y nada entiende de actuación.
Una mala ¿obra?, con personajes reconocidos a los que tiraron en el escenario y le dijeron "hacé lo que sabés", dirigida a un público acostumbrado a aplaudir lo que se les dá, agotando las entradas de todos los fines de semana. Podemos ponernos un poquito más exigentes, no?
Es, como siempre, mi NO tan humilde opinión.